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Eva se dirige, como cada día, hacia un regato de agua fresca y natural que utiliza para su aseo personal y para bañar a su hermano pequeño, Ashivanti.
ASHÁNINKAS

Los asháninkas son la etnia más numerosa y más extendida de la Amazonía. Asháninka significa ‘persona’ en
su idioma y su cultura se define por unos valores universales basados en el respeto a la naturaleza y el
respeto a los demás como principios básicos. Viven repartidos entre cientos de hectáreas en plena Amazonía
peruana y se agrupan en pequeñas comunidades a orillas de los ríos Ene y Tambo.

No les gusta la violencia y creen en la educación como el gran motor del desarrollo humano. Conciben la selva
como su fuente de vida y la consideran su casa. No son sólo los habitantes de la Amazonía, sino también los
guardianes de la selva.

La comunidad Asháninka ha sido una de las más castigadas por la violencia y el terror de Sendero Luminoso,
grupo maoísta radical y sectario que tuvo aterrorizado a todo Perú durante más de 20 años. Además del
terrorismo, activo desde los años 80, los Asháninkas temen que los cultivos de coca que hay cerca de la zona
lleguen a ocupar algunos de sus territorios ancestrales. El creciente interés de las empresas energéticas, que
ansían un pedazo de selva para desarrollar sus proyectos, es otra de las cuestiones que más preocupa a la
población Asháninka.

A pesar de vivir en un clima de miedo y desconfianza, los Asháninkas continúan viviendo como lo hacían
antes, como lo hicieron siempre, adaptándose a los nuevos tiempos mientras luchan por conservar su forma
de vida y aceptando el desarrollo siempre que éste respete su cultura.

Proyecto en curso
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Vista general de Samaria, comunidad asháninka situada en el distrito de Mazamari, uno de los ocho distritos pertenecientes a la provincia de Satipo.
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En la cultura asháninka los roles en la unidad familiar están bien definidos (a pesar de que muchas veces se comparten las distintas tareas del hogar) y las
mujeres generalmente hacen la comida mientras los hombres han salido a cazar y a pescar lo que constituye el alimento para toda la familia.
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Eva tiene 12 años y ayuda mucho en su casa tanto en la cocina como en el cuidado de sus hermanos pequeños. Muchas veces se encarga de la cena
y confiesa que disfruta mucho cocinando.
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Benjamín y su hijo Diego descansan un rato minutos antes de cenar.
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Eva y su hermana Ana Sha hacen los deberes que les pusieron en la escuela. Entre las materias que cursan se encuentra inglés (solo a partir de los 13 años), ciencia
y ambiente, matemáticas, comunicación en castellano y en asháninka, personal social, religión, educación física y arte. La educación es una pieza clave de la cultura
asháninka, un requisito imprescindible para poder adaptarse y entender el mundo globalizado en el que viven, a pesar de residir en la selva. En la cultura asháninka
la educación en idiomas y en medio ambiente tienen un valor esencial.
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Vista general de Samaria desde el campo de juegos donde los niños de la aldea se reúnen cada día después de la escuela para jugar.
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Ana Sha y su hermano Koakiti juegan y se divierten un rato después de la escuela.
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Como en casi todas las culturas, los asháninkas se arreglan y se preparan con mucha ilusión para las fiestas y eventos sociales que celebran en las comunidades,
momentos en los que aprovechan para vestirse con su cushma (vestido) preferido o hacerse nuevos peinados.
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Como cada día, todos los niños de la comunidad se reúnen en el campo de fútbol para jugar e inventar nuevas formas de divertirse.
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Eva y su tía Airontsi se disponen a adentrarse en la selva para buscar leña.
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La escuela de Samaria. Samaria es una pequeña comunidad situada en el distrito de Mazamari que consta de una escuela con nivel inicial (de 3 a 5 años) y nivel
primario (de 6 a 13 años). En Samaria hay un total de 32 alumnos entre inicial y primaria. El castellano se comienza a aprender desde el nivel inicial, a los 3 años.
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Un grupo de alumnos de la escuela inicial de Samaria con la profesora, Mercedes. Pocas veces los asháninkas tienen un/a profesor/a asháninka debido a su escasa
formación. La mayoría de las veces los profesores no son asháninkas. Sin embargo, esto no es un problema para ellos ya que no consideran necesario ser asháninka
para ser aceptado en la comunidad. En la actualidad prefieren que los profesores sean de fuera de su comunidad porque eso garantiza su grado de formación y
conocimiento. Profesores formados fuera tendrán muchos más conocimientos para compartir y para enseñar a los alumnos.
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La dieta de los asháninkas es variada e incluye el pescado, la carne y una variedad enorme de frutas tropicales muchas de las cuales se dan únicamente en
la Amazonia.
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Olinda es madre de 5 hijos y fue víctima del terror de Sendero, como muchos y muchas otros/as asháninkas. Cuando tenía 7 años un grupo de senderistas entró
en su comunidad y asesinó a toda su familia, quedando huérfana y desprotegida. Un helicóptero la encontró días después y la llevó a un campo de refugiados de
la Cruz Roja, donde vivió hasta los 15 años. Todavía pasa miedo por las noches cuando oye algún ruido extraño y casi nunca quiere hablar de lo ocurrido. Solo
desea que sus hijos no tengan que pasar por lo mismo.
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Koakiti corta la vegetación que día a día crece e invade su casa. Es una actividad habitual en las comunidades. Hay que cortar la hierba muy a menudo para
despejar un poco el terreno que rodea sus cabañas y evitar así que la selva no se coma el poblado. La humedad y el calor hacen que el ritmo de crecimiento de
la vegetación sea imparable y meteórico.
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Los niños se entretienen viendo películas en DVD que de vez en cuando alguno de sus familiares trae después de un viaje a Lima o a Satipo. Les encantan las películas
y disfrutan mucho viéndolas, a pesar de que a veces no entiendan lo que hablan.
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Benjamín descansa mientras su familia duerme bajo la mosquitera. A pesar del peligro de malaria y de la inmensa cantidad de mosquitos, arañas y otros bichos
que te pueden picar, no todos los asháninkas tienen la suerte de contar con una mosquitera para protegerse cuando duermen.
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Airontsi elabora masato antes de que anochezca. El masato es la bebida de la selva, se hace con yuca fermentada con la saliva de las mujeres de la comunidad.
La forma de hacer masato es un arte y el sabor es muy apreciado entre las comunidades. Cuando un forastero visita la comunidad, siempre se le ofrece masato
como muestra de bienvenida.
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El pequeño Chinké juega al escondite con sus hermanos a escasos metros de casa. El escondite puede ser un juego interminable en la selva, ya que con solo
caminar tres metros la densidad del bosque es tan inmensa que muchas veces te aburres antes de encontrar al resto de componentes del juego.